jueves, 22 de noviembre de 2012

Análisis del perfil emprendedor: una perspectiva de género

Emprendedoras de Posadas Misiones

El emprendimiento se considera un motor de la innovación y el crecimiento. Prestar especial atención a la implicación de la mujer en este ámbito se hace inevitable en tanto representa un grupo social de fuerza relevante en lo que a creación de empresas se refiere. Es necesario incidir en las diferencias de la figura de la potencial emprendedora, sus rasgos psicosociales, los estímulos y los principales obstáculos que encuentran las mujeres al iniciar una actividad empresarial. El objetivo principal es centrarse en profundizar en dichas diferencias. Entre los emprendedores tienen una menor iniciativa emprendedora en las mujeres, que además consideran en mayor medida el temor al fracaso como un obstáculo a la hora de pensar en la creación de una empresa propia. También son distintos los atributos asociados por género a una mayor probabilidad de acometer este tipo de proyecto en el futuro.
Actualmente existe unanimidad en la importancia de la creación de nuevas empresas por su implicación en el desarrollo de las economías, la generación de nuevos puestos de trabajo y su papel de motor de innovación, bienestar y creación de riqueza.
Sin embargo, más controversia existe sobre la figura del emprendedor, el protagonista de la creación de empresas.
Centrándonos en la perspectiva de género, empíricamente existen evidencias que confirman el hecho de que las mujeres son menos emprendedoras que los varones.
Así, en un reciente estudio, Congregado et al. (2008) aportan el dato del colectivo de emprendedores en España, que está formado mayoritariamente por hombres, con un porcentaje en 2006 de más del 70%, frente a un 29,4% de mujeres.
Además, en las últimas tres décadas no ha habido cambios significativos en esta situación. Encontramos que el comportamiento de las mujeres emprendedoras (por su escasez) contrasta con el registrado por el conjunto de población ocupada, que muestra una presencia femenina que aumenta progresivamente en las últimas décadas.
Observando los datos a nivel internacional se constata que la actividad emprendedora femenina es muy inferior a la masculina: 26% en Reino Unido (Carter, 2000), 26% en Francia (Orhan y Scott, 2001), 25% en Suecia (Holmquist, 1995), por ejemplo.
Asimismo, los datos del Eurobarómetro (2007) muestran una diferencia notable en el porcentaje de mujeres que preferiría el autoempleo si pudiera elegir (39,4% frente al 50,2% de varones). Y las diferencias se mantienen en cuestiones como si se desea crear una empresa propia en los próximos 5 años (26,7% de respuesta afirmativa en mujeres frente al 33,4% de varones) y si se considera factible (26,1% frente a 37,6%).
A pesar de la presencia cada vez mayor de la mujer en el trabajo, en el ámbito directivo, existe todavía una brecha considerable en el porcentaje de empresas creadas por varones y mujeres en el ámbito de la UE. Adicionalmente, los datos económicos ponen en evidencia la necesidad de prestar una mayor atención al fenómeno económico y social que supone la actividad empresarial femenina.
Se pone de manifiesto una menor iniciativa emprendedora en las intenciones de las mujeres, que además consideran en mayor medida el temor al fracaso como un obstáculo a la hora de pensar en la creación de una empresa propia. También son distintos los atributos asociados a una mayor probabilidad de acometer este tipo de proyecto en el futuro. Así, si para las mujeres destaca la iniciativa, la creatividad y la autoconfianza como aspectos asociados al emprendimiento, para los varones, en cambio, se relaciona con características como el deseo de enfrentarse a nuevos retos o el entusiasmo ante los proyectos. Ello se explica en gran medida por el distinto papel social que nuestra cultura atribuye al varón y a la mujer, sus distintos roles en la célula social básica, la familia, influyen inevitablemente en sus ambiciones personales, en su propensión a aceptar retos, etc.
Opinamos que los programas de fomento de la actividad emprendedora deben tener en cuenta las diferencias de percepción y de cultura emprendedora entre géneros.
A modo de ejemplo, sería necesario trabajar en la reducción del temor al fracaso empresarial entre las mujeres, por lo que sería recomendable la promoción en todos los estamentos educativos, inclusive desde los primeros niveles formativos, de la figura del emprendedor, incrementando la proyección y el prestigio de esta figura y buscando modelos de empresaria femenina que sirva como referente a este colectivo, aspectos que se echan en falta desde los círculos de empresarias en la actualidad.
Se debe pensar en que cualquier programa de apoyo a la actividad emprendedora femenina debería también de diferenciar las diferentes etapas de su vida laboral y personal (edad juvenil-reproductiva-post reproductiva, estabilidad familiar, etc.) y ha de contar necesariamente con una evaluación de su efecto a corto y medio plazo para controlar la eficacia del mismo y desembocar en las actuaciones futuras pertinentes.

Raúl Jaime Maestre